Enrique Pichon Rivière
Comenzamos hoy con la entrega del material prometido. De ellas emergen con clara fluidez, todas las consideraciones que al respecto del cuestionario elevado nos ha formulado el Dr. Enrique Pichon Rivière. A su pedido expreso aclaramos que nuestro entrevistado aborda la cuestión afirmado en las investigaciones personales realizadas por él en este campo, a lo que debe sumarse la consulta de estos autores: Freud, G. H. Mead, Buytendijk, y Huizinga.
-Entiendo -nos responde el Dr. Pichon Rivière-, que antes de hablar de deporte, debemos enfocar otro tema: el juego. En general, en su estructura y en su función.
-De acuerdo, definamos entonces el “juego”.
-Podemos afirmar que el juego es tan viejo como la cultura, por la sencilla razón que presupone una sociedad humana. Los animales, por otro lado, no han esperado que el hombre les enseñara a jugar. Parece ser que la civilización no ha añadido ninguna característica escencial a la función del juego y a su significación más profunda.
-¿Qué función le adjudica usted al juego en el mundo animal?
-Decididamente, el juego es algo más que un fenómeno meramente fisiológico, ya que tiene siempre un significado social. En el juego, entra en juego algo que rebasa el instinto de conservación y que le da un sentido de ocupación vital. Hay dos aspectos fundamentales que caracterizan al juego: es una lucha por algo o una representación de algo.
-Bien, denos entonces la definición concreta.
-Advierta que la exposición previa nos ha allanado el camino hacia la definición. El juego es una ocupación libre, aunque se desarrolla dentro de límites de tiempo y espacios determinadas por reglas absolutamente obligatorias. Reglas que deben ser, a la vez, libremente aceptadas. Esta acción tiene su fin en sí misma y va acompañada de un sentimiento de tensión y alegría. Además y esto es importante, en el juego se tiene la conciencia de ser de otro modo que en la vida corriente.
-¿Puede decirse que esta definición comprende lo que denominamos juego, o sea juegos de fuerza, de habilidad, de cálculo, de azar, de exhibiciones y representaciones?
-Efectivamente. Ahora bien, para aclarar conceptos que no he querido sobrevalorar las funciones del juego en el ámbito de la vida cultural. Una determinada cultura, lleva incluídas ciertas características que configuran los juegos. Es decir, que algunos aspectos de la cultura pueden surgir primero en forma de juego. En una palabra: que la cultura, en principio, se juega. Otra conexión entre cultura y el juego, habrá de buscarse en los niveles más elevados del juego social, en los que se nos presenta como actuación ordenada de un grupo o de una comunidad; o de dos grupos que se enfrentarán.
-¿En qué medida el juego individual repercute en el plan cultural?
-Cuando un individuo juega, para sí solo, en muy limitada medida es fecundo para la cultura. Ya manifesté, anteriormente, que todos los matices que definen al juego: el jugar juntos, el luchar, el presentar y exhibir, el retar y fanfarronear, con todas sus reglas limitadoras, se dan también en la vida animal. De modo que la competición y la exhibición adquiren ciertas modalidades de la cultura correspondiente.
-Usted habló de tensión en el juego, ¿qué quiso significar?
-En el juego hay tensión e incertidumbre. Fíjese usted que permanentemente se plantea una pregunta: ¿saldrá o no saldrá el juego? Hasta cuando una persona se entretiene con solitarios, palabras cruzadas o rompecabezas, se realiza esta condición. Pero en el juego efectuado entre rivales en puja, este tipo de tensión o incertidumbre por el resultado, se agudiza hasta un grado máximo aunque luego viene una distensión. Esto de salir ganancioso o vencedores, puede llegar a amenazar seriamente la condición o ligereza del juego mismo.
-Creo que en este momento debo preguntarle si influye la presencia o no presencia del espectador en el juego.
-Esto es muy importante, sin duda. En los juegos llamados de azar, esa tensión de que hablábamos sólo en pequeña medida se comunica al espectador. Tiene usted el ejemplo de los juegos de dados, que deben considerarse como estériles para la cultura porque no aportan ninguna riqueza al espíritu ni a la vida. Pero cuando en un juego la porfía exige cierta destreza o habilidad, y fuerza, tanto mayor es la tensión que embarga a los espectadores. El mismo juego del ajedrez arrebata a los circunstantes. Convengamos finalmente en que los valores físicos, morales o espirituales, pueden elevar al juego a un plano determinado de cultura, pero cuanto más adecuado sea el juego para intensificar la vida del individuo o del grupo, primordialmente del grupo, tanto más se elevará en ese plano.
-¿Qué es lo que está en juego cuando jugamos?
-Usted ha dado con una frase que condensa la esencia del juego: en el juego algo está en juego. Pero ese algo suele confundirse. No se trata del resultado material del juego, como podría ser la ubicación de la pelota en el arco o en un cesto. Lo ideal es que el juego salga bien, que resulte. Ese salir bien, proporciona una satisfacción especial al jugador y al espectador. Y con la presencia de espectadores ese sentimiento agradable aumenta. Quien resuelve un solitario, por ejemplo, se alegra en mayor dosis si alguien lo mira. De lo que resulta esnecial para el jugador, poder vanagloriarse ante otros de que su juego haya resultado bien. De allí que el concepto de ganar guarda una relación íntima con el juego.
-Pero, ¿qué quiere decir ganar? ¿Qué es lo que se gana?
-Ganar es mostrarse tras el desenlace de un juego, superior a otro. Pero como ese tipo de superioridad tiende a convertirse en otra superioridad de carácter general, concluímos en otra afirmación: más que ganar el juego, se ha ganado honor y prestigio. Honor y prestigio que benefician no sólo al vencedor sino al grupo al cual éste pertenece. Y estamos ante un concepto de trascendental importancia: el éxito logrado en el juego, se puede transmitir en alto grado del individuo al grupo. A tal punto es así, que sobre la exigencia primaria de doblegar al contrincante, surge otra, que es la de si en verdad ha aumentado con la victoria el poder del individuo y del grupo que él representa.
-Sintetizando, doctor, que el juego es una actividad libre, separada y reglamentada.
-Claro que lo es. Libre, porque no puede obligarse a un jugador sin que el juego pierda su naturaleza; separada, porque está circunscripta a límites determinados con anticipación y reglamentada porque está sometida a convenciones que instauran momentáneamente una legislación apropiada.
-Separemos ahora, entonces, “juego” de “deporte”.
-Creo que ya lo hemos hecho, aunque puede redondearse en este esquema: el juego puede ser de competición, de suerte, de simulacro, y de vértigo. En la primera calificación entran el atletismo, la lucha, el boxeo, el fútbol, el ajedrez, etcétera; en la segunda, los juegos infantiles de sortear, la ruleta, las apuestas, la lotería, etcétera; en la tercera, las imitaciones, las máscaras, los disfraces y, en forma general, el teatro; finalmente el columpio, el alpinismo, el tiovivo, el esquí, etcétera.
-Este cuadro nos acerca, doctor, a uno de los temas propuestos, el fútbol.
-Penetremos en él, como le prometí. En nuestro país el fútbol llamado el más popular de los deportes, merece una atención que nunca se le ha dispensado y desde un ángulo que resultará extraño a muchos. Si la práctica del deporte se emprende con espontaneidad para darle al deporte una orientación cabal, es indispensable hacer un estudio socio-psicológico del mismo. Porque el deporte no es solamente importante para la formación de la juventud, sin que se haya convertido en un medio común de existencia capaz de ejercer una influencia decisiva sobre las apreciaciones que se hacen en el conjunto de las relaciones humanas. El fútbol, obvio es decirlo, no tiene sólo trascendencia a su vez para los cientos de miles de cultores con que cuenta entre nosotros, sino para otro número mucho mayor de espectadores y aficionados que están concentrados en su derredor. Ya nos ocuparemos del fútbol, cosa que haré sin antes decirle que ya en 1903 se publicó en los EE.UU. un artículo sobre la materia titulado “La psicología del fútbol”, precisamente en la razón de un interrogante que sigue en pie: por qué es el fútbol el deporte que atrae mayor cantidad de espectadores y por qué son tantos y tan variados los conflictos que surgen en su medio.
Enrique Pichon Rivière
(En “Psicología de la vida cotidiana”, 1966/67)