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¿Padres desamorados o padres desbordados?

En el último tiempo hemos tenido varios casos de padres (a veces el padre y otras veces la madre) que han dejado hijos en los autos cerrados mientras realizan tramites o atienden cuestiones de urgencia o compras.

Son conductas altamente cuestionadas y criticados por la mayoría de la población incluyendo los medios de comunicación que se suman a las condenas morales haciendo hincapié en la indiferencia hacia los deberes y responsabilidades materno y paterno.

Desde la Psicología Social de Enrique Pichon Rivière todo ser humano debe ser comprendido en una situación compleja que incluya no solo lo singular de su subjetividad sino también los contextos grupales, institucionales, comunitarios y sociales en un momento histórico determinado que influyen y a veces determinan ciertas conductas.
Dada la frecuencia en que se han repetido estas conductas en diversas personas en relativamente corto espacio de tiempo podemos considerarlo como un emergente social en términos de Enrique Pichon Rivière. El emergente social es un hecho significativo que introduce una nueva cualidad en la vida cotidiana o que representa un significante que exige una lectura de los aspectos latentes al mismo. El hecho de ser un emergente social transforma a estos padres en portavoces de una situación que nos involucra y abarca a todos los habitantes de las grandes ciudades de la Argentina.

¿Qué situación lleva a una madre o un padre a dejar a un hijo o hija en un auto aunque éste quede expuesto a veces al rayo del sol, con todo lo que implica la soledad y el abandono en la afectividad de una criatura?

Deberíamos indagar en cada caso en particular pero puede servirnos de guia una serie de preguntas.

  •  ¿Por qué está esta madre sola con el niño? Tal vez no tenga una familia ampliada donde abuelas o tías sustituyan a la madre en el cuidado de su hijo o hija.
  • ¿Cuáles son las condiciones concretas en que vive esta madre? ¿trabaja?, ¿viene de la provincia por lo cual su familia ampliada (abuela, tías, primas, etc.) está a muchos kilómetros de distancia? o ¿tal vez tenga a su madre ya mayor quien depende de ella por cuestiones de salud?

Si tomamos en cuenta los instituidos sociales el neoliberalismo ha instalado un imperativo de producir, producir y producir. Byung Chul señala en su libro La sociedad del cansancio(1) una exigencia de producción constante que lleva a una situación de auto explotación. Esta exigencia es vivida como natural, no es cuestionada por lo cual si no se alcanza la meta esperada el fracaso es individual.

La situación social en la Argentina en el momento histórico actual se caracteriza por una sobre exigencia de dinero y premura cuyo peso recae en el individuo. La inflación no da tregua, los sueldos no se incrementan al ritmo de la misma por lo cual el poder adquisitivo es cada vez menor lo mismo que la calidad de vida a la que estaban habituados. Recae en el individuo, los gastos de alquiler, el pago de la tarjeta, el de la obra social o la prepaga de salud, el cuidado de los hijos, los gastos de escolaridad etc. Todo esto sin descuidar las exigencias de su trabajo que muchas veces le insume 9 ó más horas por día.

Esta sobre exigencia desmedida tiene las características de un acoso desesperante o angustiante ya que proviene de diversos ámbitos e instituciones: bancarias, de salud, de educación, desde lo impositivo, sin incluir la posibilidad que se haya sacado un Crédito para comprarse una casa, para pagar gastos o cuentas corrientes.

Esta madre que abandona a su hijo en un auto ¿no es a su vez una madre abandonada por un sistema capitalista exacerbado cuya lógica es el individualismo, las fracturas vinculares de contención y la exigencia de autoabastecerse? Tal vez no tenga dinero para una niñera, una colonia de vacaciones o una guardería. Si fuera así, carga, en soledad, con todas las exigencias de cubrir sus necesidades y las de su familia, posiblemente además, trabaja y tiene las tareas de la casa.

Esta larga enumeración de las posibles condiciones de vida de esta madre no la justifica pero si amplían nuestro horizonte de comprensión y nos protege de la moralina de “una madre no hace esto”. Cuidémonos de caer en la posición del “alma bella” donde uno se coloca en un lugar de pureza moral de un “deber ser”, impoluto y desde allí condena las imperfecciones humanas del resto de la humanidad.

Un padre cuando vuelve a su camioneta de la cual su hijito ha sido rescatado, en lugar de abrazar al hijo llorando y calmarlo sigue presuroso al policía que le exige los papeles del auto y su documentación. Es la imagen dramática del sujeto neoliberal, quien se la pasa corriendo detrás de sus obligaciones, dejando de lado y en riesgo de vida, su bien más preciado, su familia, un hijo, aquello que, de perderlo, le daría un dolor inmenso y para toda la vida. Este sujeto es portavoz del sujeto neoliberal: abandona sus deseos, aquello que lo reconforta en la vida, que lo hace reencontrarse con su ser más vital para correr alienado y cumplir con todos los imperativos que le impone el programa neoliberal que pugna por instalarse en nuestro sentido común como “lo normal”.

Buenos Aires, 12 de febrero de 2019

Gladys Adamson
Lic. en Psicología (UBA)
Dra. en Psicología Social (U. Kennedy)
Rectora “Escuela de Psicología Social del Sur”

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