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Nunca más… Una menos. Por Dra. Gladys Adamson

La Rectora de la Escuela de Psicología Social del Sur, la Dra. Gladys Adamson escribe una nota que deseamos compartir con ustedes.

NUNCA MÁS, UNA MENOS.

Dra. Gladys Adamson

El crimen de Lucia Pérez cometido en Mar del Plata el sábado 8 de octubre de 2016 es de tal brutalidad que una no puede más que volver a gritar NUNCA MÁS! Esta vez: NUNCA MAS… UNA MENOS.

Causa consternación el grado de deshumanización, desprecio y cosificación de la mujer a que se puede llegar para cometer un crimen tan aberrante como el de Lucía. Todo femicidio es absolutamente inaceptable pero lo llevado a cabo sobre el cuerpo de esta niña llega a un extremo inimaginable, irrepresentable. Ha sido sometida a torturas medievales. No alcanzan las palabras para repudiar el hecho Está en una dimensión infrahumana.

Una se pregunta ¿Qué representa una mujer para estos criminales? Un objeto de goce sin interioridad, sin sensibilidad, sin un mundo interior de sueños, proyectos, amores?  Es un objeto, una cosa que puede ser usable, desechable?  No es un ser múltiple? Un ser lleno de afectos, de vida y de futuro?

Nuestro contexto se ha transformado en un mundo tan carente, frustrante y sin sentido que toda esa hostilidad se descarga sobre el ser que está “más a mano” y es más débil? Se trata de la ley del más fuerte y está legitimada como en el más brutal darwinismo social? [fusion_builder_container hundred_percent=»yes» overflow=»visible»][fusion_builder_row][fusion_builder_column type=»1_1″ background_position=»left top» background_color=»» border_size=»» border_color=»» border_style=»solid» spacing=»yes» background_image=»» background_repeat=»no-repeat» padding=»» margin_top=»0px» margin_bottom=»0px» class=»» id=»» animation_type=»» animation_speed=»0.3″ animation_direction=»left» hide_on_mobile=»no» center_content=»no» min_height=»none»][1]

Vivimos en una sociedad donde impera el patriarcado pero esto fue lo instituido en toda la modernidad. Lo impensable es como la violencia se ha salido de los causes simbólicos y ha quedado en una dimensión de goce inarticulable.

En 2015 en la primera marcha de Ni Una Menos fuimos 600.000 personas al Congreso a reclamar el cese de las muertes brutales e impunes. Hubo 1.200.000 personas marchando en todo el país con el mismo reclamo. Términos como “emoción violenta” “estado mental alterado” servían, muchas veces, de justificativo de un crimen por femicidio. Un cartel en la Marcha decía Basta de Terrorismo sexual. Basta de la dominación masculina sobre la base del temor extremo[2] Pero los femicidios continuaron a pesar de la marcha y su contundencia. En todo el mundo en mayor o menor grado según los países hay una brutal resistencia del hombre a la independencia de la mujer. A que la mujer diga no a su impulso sexual, a que sea autónoma económicamente. A que decida separarse o divorciarse y anhelar otra vida. A que reclame los bienes que le corresponden al divorciarse.

La mujer de sectores en condición de vulnerabilidad está más expuesta a la violencia de género, pero también poseen recursos solidarios que otros sectores sociales más individualistas no disponen. En el Barrio La Esperanza Grande de Ezpeleta las mujeres decidieron que ni bien percibían que alguna mujer estaba siendo golpeada irían a aplaudir alrededor de la casa del violento y su víctima. Eva Giberti relata que en un Barrio de las mismas características las mujeres ante las mismas circunstancias golpeaban objetos llamando la atención del Barrio. Es un recurso rudimentario pero muy efectivo: la visibilidad tiende a frenar al violento. La violencia se ejerce impunemente en la profunda intimidad o el encierro.

Es mucho más preocupante la vulnerabilidad de jóvenes y niñas en estos sectores ya que muchas veces están a cargo de la madre que es la que tiene que salir a trabajar o son los dos padres los que trabajan para sostener el hogar y estas criaturas crecen solas, muchas veces deambulando por el barrio sin una protección adulta. En esta situación son fáciles presas de las mafias de tratas que las secuestran porque saben de su vulnerabilidad. Su familia, muchas veces no las vuelve a ver.

El machismo

El impulso al dominio de la mujer, a su posesión absoluta no es amor ni siquiera son celos. Los celos buscan preservar al objeto amado, para que siga amando a quien la ama. Odia a alguien que podría arrebatársela. No busca el deterioro, el derrumbe del objeto amado.

El machismo es pura violencia, odio, agresión. El “uso” de la mujer como recipiente en donde descargar toda su frustración, toda su rebeldía y resentimiento motivada por situaciones ajenas a la pareja.

A las dificultades económicas, la hostilidad de nuestro medio, los miedos básicos exacerbados por el temor a la desocupación, a la enfermedad y la muerte, se suma la violencia en los vínculos que aparece naturalizada en los grandes medios de comunicación donde constantemente surge la broma hiriente especialmente descalificando y hostilizando a mujeres.

Su consecuencia es el progresivo deterioro de los vínculos que con su dialéctica encuentro-desencuentro hasta su desaparición. Si hay violencia no hay un vínculo humano. Hay una devastación de la experiencia del otro, su invalidación como diferente, con proyectos de desarrollos autónomos que la hacen perder dignidad que es un derecho que todo ser humano debe tener.

Para que se visualice un vínculo es necesario que incluya procesos de comunicación y aprendizaje mutuos y un proyecto vital en común que promueva el desarrollo de ambos.

El machismo también promueve una profunda frustración masculina por no tolerar, en el mismo hombre, su dependencia afectiva respecto de la mujer, negando su propia vulnerabilidad y necesidad de afecto.

 

 


[1] Vivimos en un momento histórico social donde se exacerba el individualismo, la satisfacción narcisistica a través del consumo, la inducción publicitaria a que el goce está en el consumo de mercancías por lo cual, los valores tradicionales de la modernidad, la lealtad, la amistad, los deseos y anhelos logrados en un mundo con otros han ido progresivamente perdiendo peso. Esto unido a una política de despolitización y deshistorización conduce a un mundo sin otro sentido más que consumir.

[2] Etimológicamente la palabrea terror proviene de temblor. Alude a un estado fisiológico, una reacción instintiva. Su consecuencia es la parálisis. El testimonio de una mujer golpeada decía: cuando veía que me iba a pegar me transformaba en un “fleco” me abandonaba.

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